jueves, 25 de agosto de 2011

Lucy la rubia y el hombre taladradora


En mi segunda semana de rodríguez decidí ir a Ikea cuando... ¡sorpresa! me topo con mi amiga Lucy. Algo realmente insólito primero, porque ella no conoce Ikea, cosa que le parece súper friki  y siempre lo cuenta. Y segundo, porque iba  entusiasmada con un macizo calvete con tatuajes y aspecto de chulogimnasio. Lucy comparte casa con un intelectual elegante y cincuentón -le gustan maduritos-. Me encantó pillarla  in fraganti transgrediendo su libro de estilo.

Intenté sonsacarla con gestos señalando al maromo... ¿de dónde has sacado a ese? pero ella ni por un momento hizo ademán de presentármelo ni de explicar nada. Cogió una lámpara, que rápidamente el guapito colocó en el carro, y me despachó: tengo mucha prisa te llamo mañana.

Lucy es rubia, lleva extensiones, uñas postizas, sujetador con relleno y pestañea a la primera de cambio. Esto nos ha supuesto innumerables ventajas sociales en bares, restaurante, colas y demás... así que su  blondette power no era nuevo para mí.. ¿pero estoooo?

Al dia siguiente Lucy se presenta muy sonriente con un peazo moratón en el brazo y una brecha en la cabeza. Dice que ha resbalado y que por no caer encima de una taladradora se se ha estampado en una estantería.

Lo cierto es que Lucy había decidido arreglar su apartamento de soltera. Contrató a un rumano que por 120 € le arreglaba las goteras, pintaba y  le colgaba cuadros y lámparas. Ya tenía al rumano currando  cuando se dió cuenta de que en realidad no tenía las lámparas.

Salió a la calle, pilló un taxi y dijo: Al Ikea más cercano ¿me podría llevar y esperar a que compre unas lámparas? Al llegar el taxista le dijo que él era fans de Ikea, y que en vez de aburrirse esperando en el coche, mejor podía ir con ella y asesorarla. ¡Hecho!

Para más inri, por todo sólo le cobró 30 pavos. Menos que a mí por ir al aeropuerto. Y aquí no acaba. Cuando llega a casa, le entrega el rumano las cajas y le dice: " las lámparas". Y el hombre: "pero no me había dicho usted que había que montarlas, que eso lleva su tiempo". "¿Cómo qué montarlas?¿no se sacan y se cuelgan?" Había pillado las más grandes pero un pestañeo y el rumano estuvo allí  monta que monta... ¡y sin pedir ni un euro más!.

 El caso es que  no se sabe si era babeo de Lucy o sudor rumano  pero en el suelo había un charco. Ella que no se quita los tacones ni para dormir resbaló y fue directa a empotrarse en la taladradora, esquivarla le supuso un morrazo tremendo. Al buen rumano le tocó llevarla a urgencias. Ay, Lucy almadecántaro, ponte zapatillas, que las hay con alza.

Ahora sus amigas la llamamos lapaqui y ella amenaza, dice que es envidia cochina de morenas renegrías. Porca miseria!! ¡Brunettes Paqui! y ¡que pases ya el tel del tax-personal shopper y del hombre-taladradora!